Los años en el Neuhof

1769-1798

Pestalozzi como educador de los pobres

Tras el fracaso de la empresa agrícola, Pestalozzi se dedicó por poco tiempo al negocio del algodón, comprando de unos parientes de la familia Schulthess balas de algodón bruto que mandaba manufacturar en las habitaciones de las hilanderas y en los sótanos de los tejedores, situados en las casas de las cercanías. Pero él no estaba hecho para sacar ganancia suficiente del trabajo de gente pobre, y sus prestamistas, una vez más, tuvieron que aceptar nuevas pérdidas financieras.

Aunque la empresa de algodón de Pestalozzi tuvo poco éxito, sin embargo, impulsó la transformación del Neuhof en un Instituto para pobres. Pestalozzi veía centenares de niños en la miseria, caídos en el desamparo y la mendicidad, y reconoció que sólo podían ser ayudados si aprendían a trabajar, si se les instruía y si, en la situación social de entonces, aprendían a hilar, a tejer y la agricultura intensiva. Hay que suponer que este pensamiento social se unió a la perspectiva de asegurar la existencia propia, es decir, la subsistencia de su familia y de su empresa, a través de un anclaje comercial en la industria textil naciente. Así pues – apróximadamente a partir de 1773 –comenzó a acoger a niños pobres en su casa, los alimentaba, los vestía, los animaba al trabajo, los instruía y los educaba. De esta manera, su granja, en el año 1774, se transformó poco a poco en un Instituto para pobres. Quería crear, mediante la combinación de la agricultura con el trabajo industrial naciente, un ambiente vital práctico para preparar en él a niños pobres para una vida en la cual pudieran superar por su propio esfuerzo la pobreza. En 1776 vivían en su casa 22 niños, dos años más tarde, eran ya 37. Construyó dos edificios más – una sala para fábrica y una casa para niños – y contrató a tejederos profesionales, hilanderas y criadas para la agricultura, las cuales tenían que atender a los niños en el trabajo. Durante el trabajo en la rueca o el telar los iniciaba en la lectura y en la aritmética. Así, toda la vida en el Neuhof estaba impregnada de la voluntad de Pestalozzi de caldear los corazones de los niños para una vida moral en verdad y amor.

Es característico de Pestalozzi que en su actividad como educador de los pobres no se quedara con lo pragmático, sino que considerase en teoría el problema de la pobreza y el de la educación de los pobres sobre el fondo de la situación social de entonces. Sus pensamientos correspondientes los conocemos por los así llamados frühen Armenschriften (Escritos tempranos sobre los pobres) y, con la máxima claridad, en las tres cartas a Niklaus Emanuel Tscharner. Este protector de Pestalozzi pertenecía a la clase de las nobles familias gobernantes de la ciudad y del cantón de Berna y tuvo, de 1767 hasta 1773, el cargo de corregidor en la región donde vivía Pestalozzi (que pertenecía a Berna). En los años 1776/77 Tscharner publicó sus ideas sobre la educación de los pobres en las “Ephemeriden der Menschheit” (Efemérides de la humanidad), una revista para la ética política que era editada por el escribano del Concejo basilense Isaak Iselin. Pestalozzi, que, a diferencia de Tscharner, disponía de experiencias prácticas en la educación de los pobres y vivía como pobre entre pobres, se sintió provocado a contradecir la visión demasiado idealista de Tscharner y explicó su punto de vista diferente en tres cartas que también fueron publicadas en las “Efemérides” por Tscharner.

Como es sabido, el Instituto para pobres de Pestalozzi también fue un fracaso económico. Al principio tomó el dinero prestado de amigos, conocidos y familiares. Como no alcanzaba,  dirigió, en 1775,  una petición al público con el fin de apoyar su Instituto de educación para pobres con un préstamo. A los aportadores de fondos les prometió la devolución de sus capitales, porque estaba convencido de que los niños, una vez que hubieran aprendido a trabajar, iban a poder mantener la institución por autofinanciación. Pero Pestalozzi se equivocaba, porque, en cuanto los niños estaban vestidos y bien alimentados y habían aprendido a hilar y a tejer, los padres venían a por ellos para dejarles trabajar en casa por cuenta propia. Y los hilados y tejidos fabricados por manos de niños no correspondían a las exigencias de calidad de los compradores refinados, razón por la que Pestalozzi se vió obligado a vender sus productos muy por debajo de su precio. El 1776 y el 1777 fueron nuevamente años de hambre causados por malas cosechas, debido a lo cual las aportaciones prometidas no llegaron en la medida esperada. La cosecha de Pestalozzi en 1777 fue destruída casi por completo por un temporal, de forma que se vió obligado a comprar provisiones para el invierno. En 1778 Anna se vió en la necesidad a renunciar a su herencia para que se pudieran pagar las deudas. Un año después, a Pestalozzi no le quedó más remedio que empeñar apróximadamente la tercera parte de sus terrenos. Le confió a su hermano Baptist este asunto. Pero cuando éste tuvo en la mano la gran cantidad de dinero no pudo resistir: en vez de satisfacer a los acreedores, puso pies en polvorosa para, meses más tarde, – el 17 de febrero de 1780 – escribirle desde la lejana Amsterdam una carta emocionante, llena de remordimiento y desesperación, al primo de Anna, Johann Georg Schulthess. Lo que más torturaba su alma era la idea de haber desilusionado a su madre que tanto le quería y que nunca más volvería a ver. Nunca más se volvió a saber nada de él y hay que suponer que perdió la vida en servicios militares para países extranjeros, o bien por haber emigrado a América.

En la retrospectiva sobre su vida en el “Schwanengesang” (Canto del cisne) Pestalozzi escribió:

“Nuestro destino estaba decidido. Ahora era pobre.” (PSW 28, pg. 234)

Casi todos los amigos le habían abandonado, los vecinos le evitaban y se burlaban de él, y los parientes que habían sufrido daños ya no le querían ver, porque no querían que se les recordara el dinero perdido. Su mujer había trabajado hasta caer enferma y se reponía posteriormente fuera de casa, a veces durante semanas o meses, especialmente en casa de la Gräfin (condesa) Franziska Romana von Hallwyl, que había enviudado ya a la edad de 19 años y que se sentía espiritualmente unida a Pestalozzi. En el fondo sólo quedaban dos personas que le apoyaban incondicionalmente: En algún momento alrededor de 1780 (faltan datos exactos), la sirviente Elisabeth Näf, llamada por todos “Lisabeth” (1762–1836), llegó al Neuhof; había oído de la desgracia de Pestalozzi y en adelante mantenía en orden su casa y sus jardines abandonados. Era estimada como amiga por la señora Pestalozzi y sirvió a la familia Pestalozzi hasta el año 1825.

En la hora de la desesperación más oscura de Pestalozzi, fue el escribano del Concejo de la ciudad de Basilea, Isaak Iselin, quien, a pesar de todo su fracaso, creía en el hombre del Neuhof, demostrándele su afecto y su gran aprecio [1]. Iselin era un notable representante de los “Philantropen” (Menschenfreunde) (Filántropos, amigos del hombre) un movimiento reformista que intentaba aplicar a la práctica especialmente el pensamiento de Rousseau en todos los ámbitos de la vida. En una emocionante necrología para Isaak Iselin, Pestalozzi reveló a los lectores que Iselin, en su día, le había salvado de su desesperación y que – se puede deducir de todo ello – tal vez incluso le había preservado del suicidio.

En lo sucesivo, el poder dirigir un Instituto para pobres siguió siendo el gran deseo en la vida de Pestalozzi. En el año 1799 se le cumplió durante pocos meses en Stans. Por muy importantes y eficaces que hayan llegado a ser más adelante sus institutos educativos y escolares en Burgdorf e Yverdon, no eran, sin embargo, lo que él en el fondo quería. Cuando, en 1818, tenía en perspectiva una cantidad considerable del beneficio resultante de la venta de sus escritos, en seguida volvió a abrir un Instituto para pobres en las cercanías de Yverdon. Pero éste también tuvo una existencia muy efímera y pronto fué absorbido por su Instituto en Yverdon.  Cuando, finalmente, a la edad de casi ochenta años, volvió a su Neuhof, acarició seriamente la idea de dar nueva vida a su Instituto para pobres de entonces e insistió en ayudar con sus propias manos a la construcción de un nuevo edificio. La muerte le libró, por fin, de este ansia de vivir como padre en medio de niños pobres.

Necrología para Isaak Iselin

En la necrología de Pestalozzi leemos entre otras cosas:

"Precisamente en aquel tiempo, cuando todos los que me querían no hacían más que gemir, cuando se hablaba de mí, precisamente en aquel tiempo, la sonrisa de Iselin eran mi gozo y alegría, él era mi padre, mi maestro, mi apoyo y el que me levantaba. ... Tal vez, sin tí, me habría hundido en mis abismos, me habría perdido en el fango de mi miseria. ... Oh, entonces también mi esposa habría perdido el consuelo de mi vida y mi hijo estaría sin padre, y su florecer prometedor se habría perdido. ... ¡Oh – mi padre!, en la tempestad del horror que aniquiló el trabajo de años de fatigas, que atravesó mi alma como una espada y perturbó mis sentidos, me ofreciste tu mano, tu corazón y tu amor. ... Viste mi trabajo, mis sufrimientos y mi perseverancia; viste mi valor, mi paciencia, viste mi esfuerzo supremo, la superación de mí mismo: tú conocías las proporciones de mi actividad y la presión de mis circunstancias y juzgaste mi obra por mí, no según su éxito, sino por mi esfuerzo. ¡Oh, mi amigo! Cuánto te quería entonces, cuando en gran medida el juicio de los hombres sólo hablaba de disparate y estupidez irremediable en mí, entonces, cuando yo era demasiado orgulloso y me encontraba demasiado hundido, con sentimientos demasiado fuertes, como para poder responder y contradecir a uno solo de todos los que a mi alrededor murmuraban sobre mí, irreflexivos e insensibles." (PSW 8, pg. 223 s.)