Los años en el Neuhof

1769-1798

La questión del diezmo

Pestalozzi se comprometió de manera muy especial en la cuestión del “diezmo”, con la cual, finalmente, iba a decidirse el destino de la joven República. El diezmo era originariamente una contribución eclesiástica y fundamentada sobre frases de la Biblia. Se trataba de garantizar la manutención de los curas que se ponían enteramente al servicio del mensaje cristiano, destinándoles la décima parte de la propia cosecha agrícola de los campesinos. Con la introducción de la economía monetaria, llegó a ser normal en muchos sitios pagar el diezmo en moneda contante y sonante, y en el transcurso de la historia la Iglesia (especialmente los conventos) reclamaba la producción del diezmo como contribución general de los campesinos súbditos suyos. Cuando, más tarde, en la Reforma, los conventos fueron suprimidos, al Estado no se le ocurrió eliminar la obligación del diezmo, sino que él se presentó como dueño del mismo y cedió el derecho de cobrarlo a escuelas, hospitales, institutos para pobres, Iglesias y personas privadas. De ello resultó que el campesinado tenía que llevar todas las cargas sociales. No existía todavía una obligación fiscal general que habría grabado también a los comerciantes adinerados y ricos, a los empresarios, a los clérigos y a los nobles. En principio, un campesino adinerado podía liberarse del diezmo (rescate) pagando de una sola vez alrededor de veinte veces más que el diezmo de un año. En su gran novela aldeana “Lienhard und Gertrud”, Pestalozzi muestra un camino de cómo los campesinos, mediante ingresos suplementarios en la industria del algodón, podrían rescatarse del diezmo. Es más, según Pestalozzi, incluso los niños, hilando y tejiendo diariamente, podrían contribuir en una parte decisiva a poder, algún día, rescatarse del diezmo.

Cuando los franceses invadieron Suiza, les prometieron a los campesinos la abolición de todas las contribuciones del tiempo del feudalismo, así como también la supresión del diezmo. Esto explica por qué los campesinos de Suiza central (Uri, Schwyz, Unterwalden) tenían poco interés en la revolución del Estado, pues hacía muchísimo que se habían liberado del diezmo.

Para cumplir su promesa, los Consejos helvéticos suprimieron todas las contribuciónes feudales, incluído el diezmo, dos meses después de la invasión de los franceses. A pesar de que se hiciera  con buena intención, fue un error fatal, porque el Estado con ello se privó a sí mismo de la fuente de ingresos más importante, antes de haber creado una nueva legislación fiscal. Además, en el pueblo se encendió una discusión violenta en cuanto a la cuestión de si el diezmo tenía que considerarse como contribución pública o más bien como deuda de derecho privado. En el segundo caso, resultaba la necesidad del rescate en el sentido de la devolución de una deuda.

En esta controversia intervino Pestalozzi y, en el verano de 1798, publicó la así llamada “Erste Zehntenblatt“ (Primera hoja del diezmo) (“Über den Zehnten”), un escrito en  forma de diálogo entre campesinos. En él Pestalozzi demuestra, por una parte, que el diezmo es injusto y, además, frena el desarrollo agrario y que, por ello, ha de ser subsistuido por un impuesto general sobre los bienes; por otra parte, ve también que los que hasta ahora tenían derecho al diezmo, tienen que ser indemnizados por la pérdida de su fuente de ingresos. Desarrolló pues el plan de privatizar los terrenos comunales, muchas veces en barbecho, aprovechándolos más intensamente y, al mismo tiempo, indemnizar con el beneficio a los que hasta ahora tenían los derechos al diezmo. Con ello, una vez más, se evidencia la manera de Pestalozzi de hacer política: No quiere que, eliminando viejas injusticias, se creen otras nuevas. No piensa dentro del marco de los intereses de partidos, sino mira siempre por el bien común del organismo social.

El escrito de Pestalozzi, que no es fácil de entender, fue interpretado mal por muchos y se le insultaba como partidario del “bando de los ladrones del diezmo”. Otra vez tomó la pluma para explicar detalladamente en su “Segunda hoja del diezmo” (“Tratado sobre la naturaleza de los diezmos helvéticos y las rentas del suelo y lo inadecuado de todas las medidas tomadas referente a ellos en el tiempo de la Revolución”) la evolución del diezmo desde la Edad Media, y probó de forma contundente que una contribución de derecho privado en sus principios poco a poco había llegado a ser un impuesto injusto, y que un rescate tenía que arruinar a la gente del campo. Al mismo tiempo vió, sin embargo, de qué forma catastrófica empeoraba la situación de la República Helvética y que el nuevo Estado se hallaba al borde del abismo. Pestalozzi quería, sin embargo, la salvación del Estado y a este fin supremo tenían que ser subordinados todos los demás objetivos. Una vez más, para él se trataba del bien del conjunto. Por ello, al final da un giro inesperado a su tratado: Bien es verdad que hace constar terminantemente el derecho de los campesinos a la liberación del diezmo, en un llamamiento insistente les pide, sin embargo, no persistir en su derecho en este momento de la amenaza del Estado, sino de salvar, mediante una renuncia momentanea a su buen derecho, la patria que – si ahora se les consintiese el derecho – tendría que perecer. Ni el Gobierno ni el pueblo hicieron caso a Pestalozzi – y el Estado nuevo pereció.