Stans y la carta de Stans

1798-1799

Stans llegó pronto a ser el origen del mito “Pestalozzi”. Lo demuestran sobre todo y de forma clara los dos óleos conocidos de Grob (1879) y de Anker (1870): Pestalozzi como padre de los huérfanos en medio de los niños que vuelven las caras hacia él, y todo bañado en una cálida luz de sol. Mas la realidad durante los cortos meses de Stans era otra.

En marzo de 1798, la Vieja Confederación se hundió definitivamente con la invasión de las tropas francesas. Ello dió aliento a las esperanzas de Pestalozzi de poder realizar sus planes de educación del pueblo por mandato del nuevo Estado. Mediante una solicitud escrita le ofreció al Gobierno ya en mayo sus servicios “para una mejora considerable de la educación y de las escuelas para el pueblo sencillo” (PSB 4, pg. 15). El Directorio – el poder ejecutivo de la “República Helvética” – asignó una suma considerable para la fundación de un instituto. La apertura del mismo demoraba, sin embargo, porque no se encontraba un sitio adecuado.

Durante los meses siguientes, las tensiones de la política interior crecieron. Francia había hecho de la Vieja Confederación – que era una unión descentralizada de muchos Estados pequeños y en gran medida autónomos – un Estado unitario centralista con fronteras internas, en parte trazadas al azar, para los cantones y districtos administrativos. Se le impuso a la población prestar juramento a la nueva Constitución. Los habitantes de Suiza central católica se opusieron a esta idea, no en último lugar porque veían amenazada la libre práctica de su confesión ancestral católica romana por el nuevo orden, introducido por los franceses. El Gobierno helvético amenazó con la invasión de tropas francesas, por lo cual todos se sometieron, excepto el pequeño cantón de Nidwalden. Para quebrar su resistencia, los franceses ocuparon el país, robaron, saquearon e incendiaron los pueblos y la población más importante, Stans.

Pestalozzi, como editor del “Helvetisches Volksblatt” (Periódico Popular Helvético) oficioso, anteriormente había aprobado en público la invasión de los franceses, porque veía en peligro la unidad del Estado. Verdad es que no había contado con el derramamiento de sangre  y la destrucción sin sentido, sino creía que la presencia de las tropas motivaría a los habitantes a someterse al interés superior del país. Posiblemente haya percibido como una especie de reparación el hecho de que el Gobierno decidiera abrir en Stans un instituto para los niños quedados huérfanos y confiarle a él la dirección de la casa. Con ello había cargado, sin embargo, con una tarea extremadamente difícil, porque la población tomó frente a él, como partidario de la República Helvética y protestante, una postura hostil. En el fondo sólo podía contar con el apoyo del cura católico Businger, activo en Stans, que por dentro estaba del lado de los innovadores.

El instituto se abrió el 14 de enero 1799 y, al cabo de seis semanas, ya eran 60 los niños que estaban al cuidado de Pestalozzi y una de sirvienta. Pestalozzi se lanzó con toda su fuerza almacenada durante años a su tarea de educación. Estaba decidido a poner, por fin, en la práctica sus ideas pedagógicas que había desarrollado en los últimos 20 años. Lleno de entusiasmo escribe a su esposa Anna, que se encontraba en el castillo de Hallwil con la condesa Franziska Romana von Hallwil:

“Ahora ya no puede ser dudosa por mucho tiempo la respuesta a la pregunta de cuál va ser mi destino y el vuestro. Estoy emprendiendo la realización de una de las ideas más grandes del tiempo actual. Si tienes un marido que no ha sido subestimado, sino merecedor del desprecio y desecho con que se me trata en general, no hay salvación para nosotros; si, sin embargo, soy juzgado injustamente y merecedor de lo que yo mismo creo, entonces pronto has de esperar ayuda y consejo de mí.” (PSB 4, pg. 18)

En Stans no quería imponer simplemente ideas ya preconcebidas, sino dejarse instruir en su actividad por las experiencias de la vida. En el centro de sus esfuerzos estaba la educación ética de los niños en el marco de una comunidad de vida concreta y de las exigencias de la vida cuotidiana. Con ello se imaginaba el desarrollo de las fuerzas morales en un proceso de tres etapas. El fundamento lo formaba le producción de un “estado de ánimo ético” en el curso de la satisfacción de las necesidades primarias. Edificando sobre esta base anímica tenía que ensayarse el hacer el bien hasta llegar a ser costumbre en los niños. Sólo en tercer lugar les dejaba hablar de ética, para, de esta manera, desarrollar en ellos conceptos racionales sobre la vida moral. En este camino de tres etapas para el desarrollo ético, fácilmente se reconoce  el anhelo de Pestalozzi de encontrar una síntesis entre el sentir (corazón), actuar (mano) y pensar (cabeza), así como también su intención de hacer radicar el comportamiento ético no en primer lugar en el juicio racional – como habría correspondido al pensamiento de la Ilustración –, sino en el ámbito emocional. La organización concreta del día a día contrastaba claramente, a decir verdad, con las ideas y costumbres de hoy en día: Enseñanza escolar en el sentido propio sólo tenía lugar por la mañana entre las seis y las ocho y por la tarde entre las cuatro y las ocho; el resto del tiempo se empleaba en trabajo y formación artesanal. Su intención de combinar el trabajo práctico con el aprendizaje memorístico de conocimientos elementales, sólo lo pudo realizar muy parcialmente, porque le quedaba demasiado poco tiempo para la organización de esta empresa tan exigente.

Los acontecimientos bélicos en Suiza exigíeron que las localidades en el antiguo convento de monjas en Stans, donde estaba alojado el Instituto para pobres de Pestalozzi, fueran puestas a disposición de las tropas para un lazareto militar. Evidentemente el entonces comisario del Gobierno Zschokke (Nota) tenía manía al Instituto para pobres de Pestalozzi, que se hallaba en su área de influencia, puesto que la crítica del mismo era tan general, que no podía valorar su actividad como propaganda para el nuevo Gobierno. La necesidad de un lazareto no le era pues inoportuna, para poner fin al trabajo de Pestalozzi en Stans. Los niños, en su mayor parte, fueron entregados a sus familiares, tan sólo 22 se quedaron bajo la custodia del mencionado cura Businger, el cual, por su parte, poco a poco se había distanciado de Pestalozzi. Éste abandonó Stans el 9 de junio 1799. Físicamente se había agotado trabajando y sufría psíquicamente por la interrupción repentina de su experimento de actividad pedagógica que había empezado con tanta esperanza. Aprovechó pues la oferta que se le presentó, de pasar unas semanas de descanso en el Gurnigelbad, en la parte superior del cantón de Berna. Allí utilizaba el tiempo para escribir sus experiencias y reflexiones en su “Brief an einen Freund über meinen Aufenthalt in Stans” (Carta a un amigo sobre mi estancia en Stans).

La “Carta de Stans” es considerada en gran parte como uno de los textos pedagógicos más importantes de Pestalozzi y ha sido imprimida, interpretada y citada una y otra vez en la literatura pedagógica. (Nota)  La carta de Stans no se conserva en su original, podría haber sido dirigida al librero Heinrich Gessner de Zurich, quien había sido también el destinatario de las 14 cartas “Wie Gertrud ihre Kinder lehrt” (Cómo Gertrud enseña a sus hijos), pero también al secretario del ministro helvético Stapfer, J.R. Fischer, interesado en la pedagogía y que le había proporcionado a Pestalozzi la estancia en el Gurnigelbad con Zehender, el dueño (hospedero) del Gurnigelbad, entusiasmado con Pestalozzi. La carta de Stans no fue publicada hasta en 1807, junto con las anotaciones de Niederer en el primer tomo de la “Wochenschrift für Meschenbildung” (Revista semanal para educación del hombre), cuando Pestalozzi ya había dejado atrás sus ensayos en Burgdorf y había llegado a tener fama europea como director de su Instituto pedagógico en Yverdon. Posteriormente, en el tomo 9 de la edición Cotta de 1822, la carta fue publicada sin las anotaciones de Niederer. A esta edición la sigue la reproducción en la edición crítica completa de las obras de Pestalozzi. (PSW 13, pg. 1–32)

A continuación se reproducen algunos pasajes del texto de la “Carta de Stans”.

La descripción de las dificultades iniciales: por un lado, la situación de los niños y, por otro, las reservas contra Pestalozzi como representante de la República Helvética y como protestante en un lugar católico.

"Aparte del dinero necesario, faltaba además de todo y los niños se apiñaron antes de que pudieran estar preparadas ni cocina, ni habitaciones, ni camas para ellos. Ello complicaba el comienzo de la tarea de una manera increible. Yo, durante las primeras semanas, estaba encerrado en una habitación que no llegaba a medir ni 24 pies en cuadro. La atmósfera era insana, añadíase el mal tiempo y el polvo de los muros, que llenaba todos los pasillos, completaba lo incómodo de los comienzos.

Al principio, tuve que mandar parte de los niños a sus casas por la noche por falta de camas. Todos ellos volvían plagados de bichos por la mañana. Al momento de entrar, la mayoría de estos niños se encontraban en el estado que la mayor postergación de la naturaleza humana tiene que tener como consecuencia. Muchos entraron con sarna arraigada, de forma que apenas podían andar, muchos de ellos con la cabeza rota, muchos con harapos cargados de sabandijas, muchos como esqueletos, escuálidos, amarillentos, con sonrisas maliciosas, con ojos llenos de miedo y frentes llenas de arrugas de desconfianza y preocupación, algunos llenos de atrevimiento audaz, acostumbrados a la mendicidad, a la hipocrisía y toda a clase de falsedad; otros, aplastados por la miseria, indolentes, pero desconfiados, insensibles y miedosos. Entre ellos había algunos sensibles que, en parte, antes habían vivido en una situación cómoda; éstos estaban llenos de exigencias, se ayudaban entre ellos, trataban con desprecio a los niños de mendigos y pobres, no se encontraban cómodos en esta nueva igualdad, y el cuidado de los pobres, tal y como era, no correspondía con sus deseos, porque no coincidía con sus placeres anteriores. A todos les eran comunes inactividad perezosa, falta de ejercicio de los dones del espíritu y de habilidades físicas esenciales. De diez niños apenas uno sabía el alfabeto (ABC). Aún menos se podía hablar de otra enseñanza escolar o importantes medios pedagógicos para la educación. (...)

El desafortunado país había vivido, por el fuego y la espada, todos los horrores de la guerra. El pueblo, sin embargo, en su mayor parte detestaba la nueva Constitución. Estaba amargado frente al Gobierno y tomaba por sospechosa incluso su ayuda. A causa de su carácter por naturaleza melancólico y siendo adverso a todo lo desconocido como innovación, estaba apegado, con una tenacidad amarga y desconfiada, al total de su antigua existencia, aunque mísera. Yo me encontraba entre ellos como creatura del nuevo y odiado orden. Por cierto no como su herramienta, sino como un medio en la mano de personas de las que se imaginaba, por un lado, que tenían relación con su desgracia y, por otro lado, que, a través de ellas, era imposible que fuesen satisfechos en el conjunto de sus opiniones, deseos y prejuicios frecuentemente contrapuestos.

Este descontento político, además, se veía aumentado por un descontento religioso de la misma intensidad. Se me veía como hereje que, a pesar de algo de bien que les hacía a los niños, ponía en peligro la salvación de su alma. Esta gente nunca había visto todavía vivir y actuar en medio de ella a un protestante en servicio público alguno, cuánto menos como educador y maestro de sus niños, y el momento favorecía la desconfianza religiosa en relación estrechísima con el temblar, vacilar y, en parte, fingir por razones políticas que estaban al orden del día más que nunca, desde que Stans existe.” (PSW 13, pg. 5 y pg. 8/9)

El pasaje del texto sobre la relación entre la educación pública y doméstica, con el cual Pestalozzi ha influido de manera muy significativa en el desarrollo de la educación pública

"Mi convicción y mi fin eran una sola cosa. Por mi experimento quise probar que las ventajas que tiene la educación en casa han de ser imitadas por la pública, y que esta última sólo puede tener un valor para el género humano mediante la imitación de la primera. Enseñanza escolar sin abarcar todo el espíritu que necesita la educación del ser humano, y sin estar construída sobre toda la vida de las circunstancias domésticas, a mi juicio no conduce a más que a un método de encogimiento de nuestra especie. Toda buena educación del hombre exige que el ojo de la madre, en el cuarto de estar, lea con acierto cada día y a cada hora, todo cambio del estado de ánimo de su hijo en su ojo, en su boca y en su frente. Exigía en lo esencial que la fuerza del educador fuera fuerza paterna, pura y en general animada por la existencia de la totalidad de las circunstancias domésticas. En esto confiaba: Que mi corazón estuviera apegado a mis niños, que su dicha fuera mi dicha y su alegría la mía; esto es lo que debían ver en mi frente y sospechar en mis labios mis niños en cada momento, desde la temprana mañana hasta muy entrada la noche."  (PSW 13, pg. 7/8)

Las tres etapas de la educación ética: “atención integral” y construcción de confianza, actuar ético (el ejemplo de los niños de Altdorf) y sólo como fase final la reflexión y el diálogo sobre el obrar ético

"Mientras tanto, por muy aplastante y molesto que fuera el desamparo en que me hallaba, era por otra parte favorable para lo esencial de mis fines. Me forzaba en ser todo en todo para mis niños. Yo estaba, desde la mañana hasta la noche, prácticamente solo en medio de ellos. Todo el bien que les sucedía en cuerpo y alma salía de mi mano. Cada ayuda, todo ofrecimiento de la mano en el apuro, cada enseñanza que recibían, procedía directamente de mí. Mi mano estaba en su mano, mi ojo reposaba sobre su ojo.

Mis lágrimas caían con las suyas y mi sonrisa acompañaba la suya. Estaban fuera del mundo, fuera de Stans, estaban conmigo y yo estaba con ellos. Su sopa era la mía, su bebida la mía. Yo no tenía nada, no tenía ni casa, ni amigos, ni servicio a mi alrededor, sólo les tenía a ellos. Cuando estaban sanos, estaba en medio de ellos, cuando estaban enfermos, estaba a su lado. Dormía en medio de ellos. Por la noche era yo el último que se iba a la cama y por la mañana el primero que se levantaba. Rezaba y enseñaba con ellos, cuando ellos ya estaban en la cama, hasta que se dormían: lo querían así. Estando rodeado en cada momento de riesgos de más de un contagio, me ocupaba de la casi insuperable suciedad de sus vestidos y de sus personas. Sólo por ello, sin embargo, era entonces también posible que los niños poco a poco, y algunos
de forma ferviente, se adhirieran tanto a mí, que contradecían cuanto de estúpido y despreciativo contra mí oían, incluso de parte de sus padres y amigos. Sentían que no se me hacía justicia y diría que por ello me querían doblemente. ¡Pero a qué sirve, si los pollitos en el nido aman a su madre, cuando el ave rapaz, que les amenaza con la muerte a todos, vuela cada día con toda violencia sobre su nido! 

Dado que Altdorf (Nota) se había incendiado, les reuní a mi alrededor y les dije: ‘Altdorf se ha quemado, tal vez hay en este momento cien niños sin techo, sin alimento, sin vestidos, ¿no quisieraís pedir a nuestra bondadosa Autoridad que yo recoja unos 20 niños en nuestra casa?’ Veo todavía delante de mis ojos la emoción que acompañaba su ‘¡ay sí, ay, Dios mío, sí!’. ‘Pero niños’, dije entonces, ‘pensad lo que deseáis. Nuestra casa no tiene tanto dinero como quiere, no es seguro que vayamos a recibir más que antes por estos pobres niños. Es, pues, posible que, por estos niños, se os presente la situación de tener que trabajar más para vuestra enseñanza, de recibir menos para comer e incluso de tener que compartir vuestros vestidos con ellos. No me digáis, pues, que deseáis a estos niños, si por su miseria no queréis aguantar todo esto de buena gana y sinceramente.’ Dije esto con toda la fuerza que me era posible, les  hice repetir a ellos mismos lo que había dicho para asegurarme de que entendían claramente a qué podía llevarles su oferta, pero siguieron firmes y repitieron: ‘Sí, sí, aunque tengamos que comer peor y tengamos que trabajar más y compartir con ellos nuestros vestidos, sin embargo, nos da alegría que vengan.’ (...)

El alcance de la formación ética elemental se basa de todas formas en los tres aspectos: la obtención de un estado de ánimo ético a través de sentimientos limpios, a través de ejercicios morales, mediante el dominio sobre sí mismo y el esfuerzo en lo que es justo y bueno y, finalmente, el conseguir una opinión ética por reflexión y comparación de las relaciones jurídicas y morales en que el niño se halla ya por su existencia y su entorno.” (PSW 13, pg. 9/10, 16, 19)

Y en otro lugar se dice:

"El ser humano quiere  muy gustosamente el bien, el niño muy gustosamente tiene abierto su oído para ello; pero no lo quiere para tí, maestro, no lo quiere para tí, educador, lo quiere para sí mismo. El bien, hacia el cual lo tienes que llevar, no debe ser una ocurrencia de tu humor y de tu pasión, tiene que ser bueno por sí mismo, según la naturaleza de la cosa, y poder percibirse como bueno a los ojos del niño.Tiene que sentir la necesidad de tu voluntad según su situación y sus necesidades, antes de querer lo mismo que tú. Él quiere todo lo que lo hace ser amado. Todo lo que le proporciona honor, lo quiere. Todo lo que despierta en él grandes expectativas, lo quiere. Todo lo que en él produce capacidades, lo que le hace decir ‘yo lo puedo’, esto lo quiere. Pero esta voluntad no se produce mediante palabras, sino mediante el cuidado del niño en todo lo que necesita y a través de los sentimientos y las capacidadess que por este cuidado integral se despiertan en él. Las palabras no generan de por sí el objeto real, sino únicamente su comprensión clara, la toma de conciencia del mismo." (PSW 113, pg. 8)

Los postulados de Pestalozzi referente a la enseñanza: La combinación de enseñanza y trabajo industrial, el sistema de la ayuda recíproca de los niños y la elementarización de la primera enseñanza para que las mismas madres se puedan encargar de ella.

"En realidad consideraba poco importante el aprender como cuestión verbal con respeto a las palabras que tenían que aprender e incluso al concepto que designaban.

En el fondo, mi intención era combinar el aprender con el trabajar, el instituto de enseñanza con el de industria y fusionar el uno con el otro. Pero tanto menos pude realizar este intento, por cuanto no estaba aun instalado para ello, ni con respecto al personal, ni a los trabajos ni a las máquinas necesarias para ello. Sólo poco antes de la disolución, algunos niños habían empezado a hilar. Y esto también lo vi claro, que antes de poder hablar de una semejante fusión, había que organizar la formación elemental del aprender a aprender y a trabajar en su característica específica y autonomía puras, y tenían que explicar la naturaleza propia y las necesidades de cada una de estas materias. (...)

La cantidad y la desigualdad de los niños facilitaban mi camino. Como el mayor y más capaz de los hermanos bajo los ojos de la madre les enseña fácilmente a los hermanos más pequeños todo lo que sabe, y se siente contento y grande representando a la madre de esta manera, de la misma manera se alegraban mis niños enseñando a los demás lo que sabían. Se despertaba su sentimiento de honor y aprendían doblemente ellos mismos haciendo repetir a otros lo que ellos mismos repetían. Así tenía muy pronto entre mis mismos niños ayudantes y colaboradores. En los primeros días les hacía deletrear de memoria algunas palabras muy difíciles, y, en cuanto uno sabía la palabra, en seguida reunía consigo a algunos de los que no la conocían todavía y se la enseñaba. Así me formaba ayudantes desde el principio. En poco tiempo tenía colaboradores entre mis niños que en las capacidades de enseñar a los más débiles, que no sabían todavía, habrían avanzado con el Instituto siendo sin duda más útiles y útiles de manera más polifacética para las necesidades del Instituto en aquel momento, que unos maestros empleados de forma permante.(...)

Mi fin era extremar la simplificación de todos los medios de enseñanza hasta el punto de que cualquier persona común pudiera ser motivada para enseñar a sus niños y así, poco a poco, hacer casi supérflua la escuela para los primeros conocimientos elementales. Así como la madre es la primera que alimenta a su niño físicamente, por voluntad de Dios ha de ser también la primera que le alimenta espiritualmente. Y considero muy grandes los daños que se han causado por la escolarización demasiado temprana y por todo lo que se experimenta artificiosamente con los niños fuera del cuarto de estar. Se está acercando el momento, en cuanto simplifiquemos los medios de la enseñanza, en que cada madre podrá enseñar ella misma sin ayuda ajena y, a con ello, progresar simultaneamente siempre aprendiendo ella misma. Mi experiencia en esto confirma mi opinión. A mi alrededor he visto crecer a niños que en este punto habían seguido mi camino. Además estoy cada vez más convencido: En cuanto las instituciones de enseñanza se unan con fuerza y psícología con establecimientos de trabajo, necesariamente nacerá una generación que, por un lado, aprenderá que el aprender acostumbrado hasta ahora no necesita ni la décima parte del tiempo y de la fuerza que se dedica a ello normalmente y, por otra, que esta enseñanza, por causa del tiempo, de la fuerza y de los medios necesarios, puede adaptarse a las necesidades hogareñas, de forma que los padres corrientes intentarán en todos los lugares capacitarse para ello a sí mismos o a uno de sus comunes cohabitantes en la misma casa, lo que será cada vez más fácil por la simplificación del método de la enseñanza y por el creciente número de personas perfectamente instruídas." (PSW 13, pg. 13, 26, 29, 30)