Los últimos años de vida en el Neuhof

1825-1827

Después de que Schmid había sido expulsado del cantón de Vaud, Pestalozzi, en el mes de marzo 1825, abandonó con él y con los últimos cuatro alumnos el Instituto y se retiró definitivamente al Neuhof. Todavía no había enterrado su sueño de antaño de reanimar su Instituto para pobres. Junto con su nieto Gottlieb, se puso a realizar la obra. Empezó a construir un edificio nuevo, ahora un Neuhof “nuevo” claramente más señorial, cuya terminación, sin embargo, no llegó a ver.

En el Neuhof, Pestalozzi escribió la última de sus obras grandes, el “Canto del cisne” (Schwanengesang). El libro consiste, en lo esencial, en dos partes: en una autobiografía y en una presentación completa de su pedagogía. Dado que el editor Cotta, sin embargo, no estaba dispuesto a publicar aquellas partes de la autobiografía de Pestalozzi que se referían de manera detallada a las controversias en Yverdon, Pestalozzi, en 1826, publicó esta parte de su autobiografía en otra editorial (Fleischer en Leipzig) bajo el título “Las fatalidades de mi vida como director de mis Institutos pedagógicos en Burgdorf e Iferten” (Meine Lebensschicksale als Vorsteher meiner Erziehungsinstitute in Burgdorf und Iferten) (PSW 27, pg. 215–344). En ella compara la realidad en Yverdon con el ideal que se imaginaba durante toda su vida y llega a la conclusión de que Yverdon no fue lo que él quería. Bien es verdad que empieza por dirigir su crítica contra sí mismo, pero, al mismo tiempo, se le escapa evidentemente que con ello no sólo se juzga y condena a sí mismo y su propia obra, sino también las aportaciones de sus numerosos colaboradores. El hecho de que juzga más favorablemente la contribución de Schmid que la de Niederer se comprende tras todo lo acontecido y, a posteriori, se resiste hasta cierto punto a un examen objetivo. Como prueba de su inquebrantable voluntad de reconciliación, Pestalozzi imprime, al final de “Fatalidades de mi vida”, aquella carta que había entregado personalmente a Niederer el 1 de febrero 1823 y concluye su obra finalmente con la frase: “Me encuentro y sigo hoy todavía con la misma postura que tuve cuando escribí esta carta.” (PSW 27, pg. 344).

Niederer, por cierto, no estaba dispuesto a una reconciliación y pudo convencer a su colaborador de 25 años, Eduard Biber (1801–1874), para que  publicara un escrito calumnioso y francamente malintencionado bajo el título: “Contribu-ciones a la biografía de Heinrich Pestalozzi y para la consideración del último escrito del mismo: ’Las fatalidades de mi vida, etc.’, contempladas según sus propias cartas y escritos e ilustradas con otros documentos” (St. Gallen 1827). Pestalozzi, el día de su 81° cumpleaños, el 12 de enero de 1827, había gozado todavía de un estado de salud bastante bueno, pero los ataques personales y sus intentos febriles de escribir una contestación le hicieron caer en el lecho de enfermo. Pidió a su médico que le ayudase a vivir por lo menos seis semanas más, para poder defenderse de las falsedades. Escribió como si tuviera fiebre, pero lo que escribió ya no se puede descifrar, y grandes pasajes del texto los escribió sobre el papel sin darse cuenta de que ya no le quedaba tinta en la pluma. Esto hizo que Pestalozzi ya no pudiera justificarse. Tres semanas después de haber leído el escrito despectivo de Biber, murió en Brugg el 17 de febrero 1827 y fue enterrado el 19 de febrero en Birr, junto a la pared lateral de la vieja escuela. Allí, en la escuela recién construída, el Cantón de Aargau le erigió en el año 1846  el monumento fúnebre que existe aún hoy y que lleva la inscripción de Augustin Keller:

Retter der Armen im Neuhof,
Prediger des Volkes in Lienhard und Gertrud,
Zu Stans Vater der Waisen,
Zu Burgdorf und Münchenbuchsee
Gründer der neuen Volksschule,
Zu Iferten Erzieher der Menschheit,
Mensch, Christ, Bürger,
Alles für Andere, für sich Nichts.
Segen seinem Namen!

Salvador de los pobres en el Neuhof,
Predicador del pueblo en Lienhard y Gertrud,
En Stans padre de los huérfanos,
En Burgdorf y Münchenbuchsee
fundador de la nueva escuela popular,
En Iferten educador de la humanidad,
Hombre, cristiano, ciudadano,
Todo por los demás, para sí mismo, nada.
¡Bendito sea su nombre!

En su tumba florecerá una rosa que hará llorar ojos que por mucho tiempo vieron su miseria y quedaron secos.

En su tumba florecerá una rosa cuyo aspecto hará llorar ojos que quedaron secos ante sus sufrimientos.

En el año 1984, en el curso de unas obras en el monumento fúnebre de Pestalozzi, se descubrió por casualidad el sepulcro al cual habían sido trasladados los restos mortales de Pestalozzi en 1846 y se encontraron en él casi por completo sus huesos bien conservados. Del examen antropológico y patológico (nota) resultaron algunas informaciones importantes: En sus años jóvenes, Pestalozzi medía probablemente 170 cm escasos, a la hora de la muerte, todavía cerca de 165 cm.

La conocida máscara en vida de Pestalozzi de 1809 ha de considerarse como auténtica, los numerosos retratos del mismo, sin embargo, como creaciones artísticas bastante libres. La que  más fácilmente corresponde al origninal en las proporciones de la cara es el dibujo de Hippius. En los últimos años de su vida Pestalozzi estaba sin dientes y tenía deformaciones artróticas, sobre todo en las articulaciones finales de la mano derecha, pero también en la región de las cervicales, lo cual no es extraordinario en un hombre de su edad que había escrito mucho durante su vida. Se pudo constatar una fractura no tratada de la muñeca izquierda y que la intervención, transmitida por tradición, de la abertura del hueso craneano detrás de la oreja derecha (trepanación) para la salida de la pus de una otitis, tuvo lugar efectivamente. Los cambios de letra en la escritura del Pestalozzi anciano son descritos como consecuencia de las deformaciones artróticas de su mano derecha, pero también de su capacidad visual claramente disminuída  en la vejez. Pestalozzi debe haber sido, sin embargo, un caminante persistente y seguro hasta su muerte.

 

Vista la orientación fuertemente autobiográfica de casi todas sus obras, debe sorprender que, tanto en éstas como en las numorosas cartas conservadas, al fin y al cabo no habla apenas de sus achaques físicos y limitaciones por motivo de salud. Vista la orientación fuertemente autobiográfica de casi todas sus obras, debe sorprender que, tanto en éstas como en las numorosas cartas conservadas, al fin y al cabo no habla apenas de sus achaques físicos y limitaciones por motivo de salud.